martes, 21 de octubre de 2008

REQUIEM POR LA LIBRERÍA TEOREMA





Interrumpo la serie de octubre de ex libris japoneses para hacer un breve y triste comentario sobre una librería que cierra en el interior del defe.
Llegué a vivir a la colonia Roma en diciembre de 1985, el año del terremoto. Mi padre había abierto reciéntemente la Librería Teorema en Cuauhtémoc 79 (nombrada así en honor a Pasolini y a su figura matemática preferida). La traspasó, no sé si antes o después del temblor, a una tía, Celia; ella eligió alguna vez el lema que estaba en el aparador y que mi padre respetó cada vez que pintó las paredes: “Busca en la tierra el alimento y en el libro tu libertad”.
Cuando llegamos al local, justo enfrente estaba el edificio de la Secretaría de Comercio (Gracias a Francisco Duarte por la aclaración) aplastado como sandwich. Entre los pisos, unidos entonces por la fragilidad de las columnas, se podían adivinar lonjas de cortinas, papeles, acrílicos amarillos y azules y restos de plafón.
Yo iba a la secundaria al Colegio Franco Español, tomaba a la salida el metro Miguel Ángel de Quevedo y bajaba en Niños Héroes. Todos los días caminaba para encontrarme con mis padres en el negocio familiar.
Mi primer trabajo fue durante las vacaciones decembrinas de ese 1985. Mi tarea era limpiar, sacudir y arreglar los libros de la entrada; acomodar las mesas y ordenar alguna sección mientras llegaba algún cliente; al final de la semana recibía gustosa un generoso sueldo. Así trabajé por varios años de mi adolescencia, siempre en vacaciones.
Tengo un amplio repertorio de anécdotas de aquellos años: mi primera venta, la vez que me vieron la cara con un par de tomos de aguilar, cuando recibimos los restos de la librería Robredo, el inicio de mi colección de ex libris, la vez que me enamoré perdidamente de un estudiante de Historia del Arte que partía a San Francisco al día siguiente. Podría escribir un tomo grande; aunque aburrido para ti, estaría lleno de significados para mí.
Antes de mudarse la librería a Álvaro Obregón 153, había crecido tanto en su interior de 80 metros cuadrados que los libreros formaban un confuso laberinto. El que entraba por primera vez salía con dificultad. Cada vez que dejo un lugar me lleno de nostalgia; el día que mi papa decidió mover la librería no fue la excepción.
La Librería Teorema se mudó a un espacioso local que cuatriplicó a la original. Antes, ese lugar había sido ocupado por un par de geniales diseñadores ingleses, Hacking & Brown. A mí no me tocó vivir el desarrollo de Teorema en su espectacular nuevo espacio, pero hace un par de meses mi padre recibió la noticia de que debía dejarlo. Acudí en cuanto pude a tomar fotos y comprar algunos libros. De inmediato me vino a la mente esa imagen que guardo con detalle fotográfico: el edificio enorme y aplastado frente a la librería de mi padre.

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Como tal vez sabes, hace una semana perdí todos los archivos de mi computadora. El doctor logró recuperar algo de todo. Las imágenes que acompañan esta nota fueron rescatadas, aunque con daños, de los restos de los documentos que pudieron salvarse. Irónico.

8 comentarios:

Martha Montero dijo...

Selva, lamento que este momento que habías comentado hace apenas unas semanas haya llegado. Pero creo firmemente que todo cambio es para bien si uno así lo ve, y espero que tu papá así lo canalice y vengan, siempre, cosas mejores. Un abrazo.

Selva Hernández dijo...

Las crisis: una oportunidad, según la psicología moderna...

Unknown dijo...

Que pena! espero que de alguna forma se puedan rescatar algunos libros que siempre tendrán un valor incalculable en nuestro espíritu.

Selva Hernández dijo...

Creo que la mayoría se fueron al kilo...

Jazmin velasco dijo...

hablando de otras cosas... me gusta la nueva cabeza de tu blog!

Selva Hernández dijo...

Un poco mala la foto...

alice dijo...

Un lugar. Todo lo que haya sucedido en y con él se queda en nosotros. El lugar permanece. Aunque cambie...

Te quiero mucho hermana, gracias por compartir tus palabras.

Selva Hernández dijo...

Berta linda, no había leído tu comentario, gracias por visitarme.