jueves, 30 de octubre de 2008

[Seis composiciones con 131 tipos móviles]

[Paréntesis musical para quien no los ha visto]

La letra, invención peculiar, palabra de densidad semántica pero indefinible a la vez, es hermosa por sus formas y, desde la perspectiva de algunos, descifrable por añadidura.

No importa qué es lo que dicen, las letras impresas con tipos móviles en estas hojas son pretextos para rendir homenaje no a su significado sino a sus formas.


GUC ZAL VIK FET


Lebrel de lumbre


Bosque rojo casi marrón

Imán con verde



Es paréntesis y es nube




39 letras, 2 números y 4 signos

Un mes de doce palabras



Te dejo sólo un ex libris de vanitas a manera de celebración y a propósito de la noche.

martes, 28 de octubre de 2008

EX LIBRIS JAPONESES (IX)



Esta estampa me duele, ay, por su falta de registro: el amarillo no está en su lugar. Hasta al japonés le pasa, para consuelo de varios. Pero es ilustrativa en más de un sentido. Por una parte deja ver la combinación que produce la tinta soluble al agua cuando el amarillo y el azul se mezclan (verde, por supuesto), por otra nos muestra los accidentes del error: la nube no tendría que tener ese pedazo blanco, el ropaje de los personajes debería ser verde, amarilla era la sombrilla planeada, pero no sabremos ni tú ni yo, al menos en este blog, la combinación exacta entre el amarillo y el rojo de la chimenea del barco.

Los ex libris japoneses me sorprenden por varias razones, pero especialmente por su precisión técnica. Siento fascinación por esas pequeñas piedras, que sólo se consiguen en Japón y que son especiales para sacar filo a las gubias, por el gusto por lo filoso. Me sorprende el orden en el que estos maestros trabajan en pequeños espacios. Es raro encontrar estampas con errores, como esta.

El artista es Noboru Yamataka, veterano de las xilografías multicolor. Autodidacta en este arte, multipremiado, coleccionado, y de amplia fama como ilustrador, exlibrista y diseñador de portadas e interiores de libros, tampoco tuvo temor de equivocarse y entregar al coleccionista esta estampa de mal registro que, casualmente y con una anécdota que no viene al caso contar ahora, vino a dar a mi colección.

domingo, 26 de octubre de 2008

EX LIBRIS JAPONESES (VII)



El baño

Otro ex libris de Hiroo Yamaguchi: un baño en las montañas, a la orilla de un río de fuerte caudal. No sé si el lugar existe, ni si se trata de una escena ritual o tradicional como bien lo sugiere la imagen; tampoco puedo decifrar la inscripción.

La escena se antoja, irresistible. Una mujer entra a un onsen, poza de aguas termales. El agua está muy caliente; lo sugiere el vapor: tinta serigráfica, esgrafiada, de blanco intenso en la superficie de la estampa. Está desnuda, pero lleva un objeto de color carmín, una suerte de tela, tal vez (toalla, bata, piel recién desnuda que sujeta aún la cubierta a su cuerpo). O mira atenta la pequeña hoja a la orilla de la alberca o cierra los ojos plácidamente.

En lo alto, un tejado deja ver un par de piernas desnudas dispuestas a alcanzar a la mujer de sujeto peinado. El personaje, cuyo sexo tampoco lo sabemos, baja una escalinata; no sé si sea por la torpeza del artista o del caminante, pero la baja a tropezones; si me permites la invención, temor al encuentro o quizás a la temperatura del agua.

El artista, Yoshiaki Hara, es famoso por sus serigrafías en el mundo ex librístico. Asiste a cada congreso. Él es de mirada brillante, tímido, callado, esbelto, incluso hermoso. Entre sus ex libris hay escenas de montes y volcanes. La última vez que coincidimos se me ocurrió un ex libris de doce tintas –o nueve, como en esta estampa– en detallada serigrafía de Hara, con el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl (recién habíamos diseñado el libro El mito de dos volcanes, para la exposición en el Museo del Palacio de Bellas Artes). Cuatrocientos euros por veinte ex libris, me dijo Hara en un papel después de descifrar mis señas. “Algún día”, dije yo, en un castellano bastante atropellado, incomprensible para cualquiera, pero aún más para mi interlocutor.

martes, 21 de octubre de 2008

REQUIEM POR LA LIBRERÍA TEOREMA





Interrumpo la serie de octubre de ex libris japoneses para hacer un breve y triste comentario sobre una librería que cierra en el interior del defe.
Llegué a vivir a la colonia Roma en diciembre de 1985, el año del terremoto. Mi padre había abierto reciéntemente la Librería Teorema en Cuauhtémoc 79 (nombrada así en honor a Pasolini y a su figura matemática preferida). La traspasó, no sé si antes o después del temblor, a una tía, Celia; ella eligió alguna vez el lema que estaba en el aparador y que mi padre respetó cada vez que pintó las paredes: “Busca en la tierra el alimento y en el libro tu libertad”.
Cuando llegamos al local, justo enfrente estaba el edificio de la Secretaría de Comercio (Gracias a Francisco Duarte por la aclaración) aplastado como sandwich. Entre los pisos, unidos entonces por la fragilidad de las columnas, se podían adivinar lonjas de cortinas, papeles, acrílicos amarillos y azules y restos de plafón.
Yo iba a la secundaria al Colegio Franco Español, tomaba a la salida el metro Miguel Ángel de Quevedo y bajaba en Niños Héroes. Todos los días caminaba para encontrarme con mis padres en el negocio familiar.
Mi primer trabajo fue durante las vacaciones decembrinas de ese 1985. Mi tarea era limpiar, sacudir y arreglar los libros de la entrada; acomodar las mesas y ordenar alguna sección mientras llegaba algún cliente; al final de la semana recibía gustosa un generoso sueldo. Así trabajé por varios años de mi adolescencia, siempre en vacaciones.
Tengo un amplio repertorio de anécdotas de aquellos años: mi primera venta, la vez que me vieron la cara con un par de tomos de aguilar, cuando recibimos los restos de la librería Robredo, el inicio de mi colección de ex libris, la vez que me enamoré perdidamente de un estudiante de Historia del Arte que partía a San Francisco al día siguiente. Podría escribir un tomo grande; aunque aburrido para ti, estaría lleno de significados para mí.
Antes de mudarse la librería a Álvaro Obregón 153, había crecido tanto en su interior de 80 metros cuadrados que los libreros formaban un confuso laberinto. El que entraba por primera vez salía con dificultad. Cada vez que dejo un lugar me lleno de nostalgia; el día que mi papa decidió mover la librería no fue la excepción.
La Librería Teorema se mudó a un espacioso local que cuatriplicó a la original. Antes, ese lugar había sido ocupado por un par de geniales diseñadores ingleses, Hacking & Brown. A mí no me tocó vivir el desarrollo de Teorema en su espectacular nuevo espacio, pero hace un par de meses mi padre recibió la noticia de que debía dejarlo. Acudí en cuanto pude a tomar fotos y comprar algunos libros. De inmediato me vino a la mente esa imagen que guardo con detalle fotográfico: el edificio enorme y aplastado frente a la librería de mi padre.

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Como tal vez sabes, hace una semana perdí todos los archivos de mi computadora. El doctor logró recuperar algo de todo. Las imágenes que acompañan esta nota fueron rescatadas, aunque con daños, de los restos de los documentos que pudieron salvarse. Irónico.

viernes, 17 de octubre de 2008

EX LIBRIS JAPONESES (VI)

Unos animalitos para que los comentes tú, querido lector.



Tres vistas de mi escritorio







Desde que empecé este blog, mi escritorio acumula papel y papel y papel sobre papel.

Una ñoñería más y ya.

Para mi papá, en su cumpleaños.




El texto que escribió José Juan Tablada sobre ex libris y marcas de fuego para la maravillosa revista Mexican Art & Life dedicada al aniversario 400 de la instalación de la imprenta en México. Esto me recuerda que el 2039 está por llegar, tenemos tiempo para prepararnos para el cumpleaños número 500, pero no hay que confiarse...

martes, 14 de octubre de 2008

Pensar en Japón desde México

Es inevitable pensar en Japón y sus vínculos con México sin evocar al personaje de José Juan Tablada. Aquí te dejo este textito de 1997 (por favor, no me juzgues, sólo contaba con 23 años y mucho entusiasmo) sobre sus ex libris. Y como este espacio no da cabida a ñoñerías -el lector atento recordará que aquí sólo se tratan las cosas bellas– y no tengo tiempo por ahora, no digo nada más (por ahora).

















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lunes, 13 de octubre de 2008

EX LIBRIS JAPONESES (V)

Dos ex libris lunares

En noche de luna grande, bella y apenas llena, dos hermosos ex libris japoneses de los que yo no tengo nada que decir. Ya lo dijo el hombre de letras.


Lean, miren qué lindo


Y vuelvan a leer, y vuelvan a mirar. Yo no me canso.

jueves, 9 de octubre de 2008

Ex libris japoneses (IV)


¿Por qué me gusta tanto este ex libris? Se trata de un preciso grabado de estampación perfecta en madera de boj –cuya dureza permite grabar finas líneas. El artista, Wakuta Toshiyuki, con extrema habilidad, usa a su favor la dirección de la veta para surcar la superficie y al mismo tiempo respeta la forma oval del tronco del árbol (es un grabado en madera de pie). Salvo algunos contornos inevitables, la construcción de las formas es posible gracias al único recurso de engrosar y adelgazar las líneas blancas según le conviene a la imagen.

Una joven adolescente de coletas lee plácidamente un libro en compañía de un gato. Detrás del mullido sillón, las persianas de la ventana dejan ver la mitad de un lejano paisaje. A los pies de la chica, una pila de libros; sobre ésta, un par de anteojos obscuros. Una flor se asoma por un costado a observar el libro. Ella viste como cualquier niña de su edad: falda corta que muestra muslos y rodillas y una blusa holgada. Hasta ahora, la escena puede sonar común, pero ella está ciega. En sus ojos no hay iris, basta compararlos con los del gato. Me causa extrañeza, sin duda. La escena está enmarcada en un óvalo compuesto por cinco líneas. Sobre ellas hay un par de caracoles. ¿Símbolo de lento avance? No lo sé. En el extremo inferior izquierdo, el hanko del artista: una mosca de diseño armonioso.

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No te lo he dicho, pero obtener ex libris japoneses en un congreso es difícil. Coleccionistas como Ichigoro Uchida o Hiro Yamaguchi están siempre ocupados intercambiando con los campeones del coleccionismo internacional. En el último congreso en Nyon, Suiza, me acerqué con Shonosuke Ezoe, propietario de este ex libris y editor del boletín de la Asociación Japonesa, para intercambiar, pero recibí un educado rechazo. Entonces algo sucedió: observó una serie de ex libris eróticos –o más bien pornográficos– que me había dado un artista mexicano y se entusiasmó. Seleccionó cuatro de ellos y me dio éste a cambio. Yo esperaba tres más, pero a Shonosuke no le pareció un trato justo. Acepté. A mi amigo le di cuatro ex libris que había intercambiado con alguien más y que honestamente no recuerdo. Yo me quedé con éste y con una nota de Shonosuke en mi libreta de viaje.

martes, 7 de octubre de 2008

Preludio para un ex libris japonés

Busqué con desesperación este ex libris la semana pasada. Pensé que por pasearlo de acá para allá –me encanta mostrarlo–, lo había perdido para siempre. El viernes recibí de mi querida y brillante ex alumna Maru tres paquetes con mis objetos favoritos (su proyecto terminal trata de la construcción de una red a partir de los objetos preferidos de 100 personas). Lo había olvidado por completo. Respiré.

Luego te hablaré del ex libris. Me gustaría mostrarte antes los objetos. Traté de escogerlos no por su belleza sino por su significado. Aquí la lista:


[I]
Un buda miniatura que me trajo Isabel de Singapur. Está muy detallado y, por su tamaño, resulta práctico.
Un pin de libro Bok que me dio un ruso amable y cariñoso.
Un sello biológico, evoca mi educación bajo los preceptos del método científico.
Un pequeño libro de madera, recuerdo para mis hijas de un viaje en soledad.
Mis amados tipos móviles de bakelita, madera y acrílico.
Un juego de calzas para el cuadro de metal que me hace falta en el taller.
Canicas pequeñas de mi colección, las de colores más vistosos.
Un pequeño billete republicano, recuerdo de aficiones del pasado.
Un pendiente (nadie le entiende, pero es la primera sílaba del nombre hindú de la deidad budista Bhai) que no me quito desde hace más de un año.
Un pastillero que me trajo mi mamá de Turquía en su último viaje, después de recuperarse.
La caja de ex libris que diseñó Juan Pascoe para mí, una paráfrasis del de José María y Chávez, canónigo del XVIII.


[II]
Mi mala de semillas de loto. Además de linda es útil para evitar distracciones. También es un regalo de Isabel.
Dos canicas grandes de mi colección, las favoritas.
El cielo por un beso, un cancionero con portada de José Guadalupe Posada.
El ex libris de Joaquín García Icazbalceta, un viejo amor.
Crayolas. Siempre las traigo en mi bolsa. Importantes para la vida diaria.
Carmex, el mejor bálsamo para labios que conozco.
El retrato –alguna vez inédito– de Benito Juárez que descubrí en el archivo de Matías Romero y que fue usado varias veces –en publicaciones que no fueron mías– durante el 2006.
La goma que grabó Joel Rendón con una S y una X después de que escribí una nota sobre sus ex libris.
Un “Botiquín Chapultepec” que me recuerda a mi barrio.


[III]
La visa que dibujó Maya para mí cuando me vio desesperada por haber perdido la original.
Mi lápiz labial Chanel Rouge Allure #11.
La caja de ex libris que grabó Artemio Rodríguez para los libros que compartimos José Luis y yo.
La etiqueta de una cerveza tailandesa que me salvó de la muerte después de probar el suicide curry.
Una libreta que llené en una semana con los gastos de un viaje.
Dos plumones "Staedtler Triplus Fineliner" y un "Magistral", que siempre olvido al llegar a clase.
El misterioso ex libris de Alfonso Cornejo.

viernes, 3 de octubre de 2008

Ex libris japoneses (III)





Entre más chiquitos, más bonitos.

Hay una máxima libraria que dice que el tamaño del ex libris es inversamente proporcional al tamaño de la bibliofilia. Estos dos, que no miden más de un centímetro, son del coleccionista Sho Nitishoba, el mejor gusto en ex libris que conozco. Y de esto nadie se escapa: si cada uno de los ex libris de una persona es una ventana al interior de ésta, el conjunto de ellos compone una elocuente fachada.

Estas xilografías son composiciones que recuerdan al hanko, ese pequeño sello que acompaña ciertos documentos y que equivale a la firma oficial de cada individuo. Un ave en el negro y un kokeshi para el rojo.

La diferencia de lenguas me impidió conversar con Sho durante el intercambio que hicimos en Boston en 2000 –un intercambio bastante generoso a mi favor– , pero su presencia, educación y sobre todo, sus ex libris le hicieron un espacio en mi mexicano corazón.

jueves, 2 de octubre de 2008

EX LIBRIS JAPONESES (II)


Este fue uno de mis primeros ex libris japoneses y de mis primeros intercambios. Pertenece al coleccionista Hiro Yamaguchi, quien suele solicitar ex libris eróticos.

Es una pequeña estampa (4 x 3.5 cm) xilograbada e impresa con la técnica del cine-colle, en este caso es apenas perceptible (tendrías que verlo muy de cerca).

Una joven y hermosa mujer desnuda mira a la muerte con suspicacia o tal vez, como alguien me dijo, con malicia, con incitación, tentadoramente. Como si no resistiera provocar el deseo, aunque fuera en la muerte, mientras acaricia un jarrón con flores, las flores del jarrón: son la vida misma, desbordada, exuberante: lujuriosa. Se trata de dos temas recurrentes para los ex libris: muerte y erotismo, el eros y thanathos freudiano.

En algún lugar con sugerencias para hacer ex libris aconsejaban evitar estos temas por trillados. Pero es inevitable. Por una parte el erotismo tiene que ver con la intensidad y la intimidad, cualidades implícitas en el placer de la lectura o de la posesión –de hecho se trata más del placer de poseer que el de leer–; por otro, la presencia de la muerte nos recuerda la impermanencia y la trascendencia en el tiempo de la vida de un libro en comparación con la vida de un ser humano, como lo hace un ex libris cada vez que lo pegamos a un libro.

EX LIBRIS JAPONESES (I)


Mis ex libris contemporáneos favoritos son los japoneses.
Este, de Ryusei Okamoto, está impreso con casi 60 placas de colores diferentes, su calidad técnica es sorprendente. Aurelio Asiain aclaró que la feroz deidad en la parte superior es del dios del viento: está copiado de un biombo en el templo Kenni-ji en Kioto, en Gion. Esa divinidad tiene que ver con el avión: es un kamikaze (o sea: viento divino).

Revisé la obra de Okamoto ayer, y su obra es buena aunque algunas piezas un tanto decorativas. Y he aquí la maravilla del arte en los ex libris: se trata de marcas íntimas que serán resguardadas por las tapas de los ejemplares, hay artistas o propietarios –en este caso los dos son la misma persona– que deciden adherir a sus libros sus más profundas convicciones, o gustos, o intereses, aunque resulten chocantes a la moral o a la vista. A algunos bibliófilos de estos les falta suspicacia: no sospechan que hay fisgones en este mundo.
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Una invitación para ver

Mi inteligente alumna Daniela Correa dijo: "Me recordó al excéntrico fotográfo Araki Nobuyoshi, que aunque difícil de observar es muy interesante". Su atinada observación me llevó a otros dos ex libris que conozco de Okamoto. Encontré esto:

(ADVERTENCIA: tiene contenido explícito)



miércoles, 1 de octubre de 2008

LIBRERÍA MERCURIO


Colecciono ex libris desde hace 20 años. He contado en varias ocasiones que mi madre me sugirió hacerlo. No fue una idea mía. Me parece que a los catorce años intentaba con desesperación conservar el lugar privilegiado que tenía en el corazón de mi abuelo. Irónicamente al coleccionar ex libris fui perdiendo poco a poco su respeto. No era para menos. Cuando Mercurio, el hermano menor de mi madre, decidió seguir mis pasos, uno de nuestros primeros botines de ex libris lo obtuvimos de la librería Mercurio, unos años antes de que se tomara esta foto, pero no muchos.

Estuvimos cerca de tres días en jornadas de cinco horas abriendo cada tomo de la librería de mi abuelo con la esperanza de encontrar una estampita adherida. Habremos encontrado unos ciento cincuenta, la mitad para Mercurio y la mitad para mí. Siguen siendo lo mejor de mi colección de ex libris mexicanos.

Uno de esos días, mi abuelo, que disfrutaba de la privacía que le daba su librería –en esa época tenía once hijos, 21 nietos y un bisnieto–, celebró su cumpleaños con sus compadres de la colonia Doctores. El curado de guanábana que me convidó me supo delicioso, pero estoy segura de que a él no le gusto compartir su día con los teporochos de sus amigos y… su nieta. Ahora ya no intento agradarle, ya se murió, y la verdad es que mi colección nunca le gustó, como tampoco le gustaba que le pidiera algún librito cada vez que iba a visitarlo. Pero no lo podia evitar. Tampoco puedo, aunque muchas veces lo deseo, alejarme del vínculo tan cercano que tengo con los libros. No con las letras, sino con los libros.