domingo, 31 de mayo de 2009

Marca de Agua. Papeles Finos.

Liliana del Río tenía una tienda encantadora en la calle de Mazatlán, en la colonia Condesa. En ella podíamos mis alumnos y yo adquirir hermosos papeles asiáticos provenientes de Nepal y Japón; también vendía Liliana papeles europeos para grabado. Los colores que imperaban en su tienda iban de las tonalidades de leve café al blanco, con algunas sorpresas en alegres tonos. La decoración era también eso, papel. Grandes pliegos japoneses que sirven, si alguna utilidad queremos encontrar en ello, para la contemplación. 


La tienda de papel ya no está en la calle de Mazatlán, ahora las ventas se limitan a lo que queda. Para solicitar papel especial, se requiere de pedidos en altos volúmenes y solicitarlos con antelación. 

No es noticia nueva que la industria del papel (con la editorial incluída) es la primera que adolece cuando las crisis económicas emergen. No importa. Queremos papel, queremos dibujos, queremos grabados, queremos libros. Larga vida a Marca de Agua, larga vida al papel.

sábado, 16 de mayo de 2009

Felipe Solís (segunda parte)


Las revistas también valen

Felipe Solís dice que actualmente tiene más de 30 mil libros y que desde hace algunos años decidió rentar un departamento sólo para éstos, el cual ya resulta insuficiente. “Los libros se reproducen a velocidades increíbles, más cuando uno también es autor y tiene un proceso de producción importante en otros idiomas y en otros países. Además, por el itinerario de nuestras exposiciones de arqueología fuera de México, recibo en reprocidad libros de todo el mundo”.

Sin embargo la biblioteca de Solís no sería ni tan rica ni tan útil sin su colección de separatas, es decir, de artículos o revistas especializados en un tema.  Al respecto, explica: “Más que en libros, aquí es donde verdaderamente reside el valor de la colección de un especialista.En la casa de un experto en arte maya o en arqueología mexica puede haber más riqueza por estos materiales que en una biblioteca pública. El problema ede un país como el nuestro, que no tiene control correcto en sus bibliotecas, es que hemos perdido muchas de estas separatas y la gente que se hace cargo no se preocupa por la clasificación y preservación de estos materiales. Yo me he dado a la tarea de organizar los que tengo por autores o por temas y voy a terminar empastándolos. Creo que también eso hace la diferencia entre el bibliómano-coleccionista y el bibliómano-intelectual, entre los que me incluyo, porque los materiales que tengo son la base de un proceso de producción que termina en nuevos libros y artículos”.

Para este personaje, que durante más de un cuarto de siglo ha sido curador del museo más visitado de México, los libros útiles para una biblioteca pueden encontrarse en los lugares o en los sitios más inesperados. “En cualquier ciudad del mundo he encontrado libros que me interesan y que me sirven. A veces uno llega a una librería, ve un libro y no cree que se trata exactamente del que ha estado buscando. La emoción es muy grande y ese es un síntoma clarísimo en los viciosos de libros como yo. Sucede lo mismo con los adictos a las drogas, porque en ese momento recibimos nuestra dosis de enervante...”

Cómo se explican este tipo de stuaciones, un tanto azarosas, entre el bibliómano y el libro? Esa búsqueda que puede llevar años y de pronto termina.

Hay una absoluta magia. Es un momento en el que se produce una descarga eléctrica que los bibliómanos tenemos que aprender a controlar, porque si no los vendedores reconocen el valor del libro y su costo puede rebasar el nivel de compra de nuestros bolsillos hasta volverse inalcanzable. Todo debe darse en unos segundos: reponerse de la emoción, pero sin expresar la sorpresa ni la angustia de que alguien más lo toque, constatar el estado del libro y finalmente esperar que el precio vaya de acuerdo con el hallazgo.

Pero detrás de esto debe haber un profundo deseo de posesión...

Absolutamente. Yo creo que los bibliómanos debemos ser personas de una aguda actividad sexual extrafísica. Encontrar el libro deseado y buscado conlleva una intensa emoción sexual.

Casi fetichista...

No sólo eso, es un nivel de posesión total. Es decir: “los libros que entran en mi biblioteca son míos y desde el momento en el que están ahí quedan totalmente asépticos, y quien los haya tocado antes, no existe”. En ese momento sólo existen mi biblioteca y mi libro.

Como cuando se ama a alguien...

Exactamente. Cuando se posee a alguien, porque cuando se ama se posee, se vive esa dualidad inherente al amor, y en ese caso, al amor a los libros.

¿Y se tienen celos o puede haber envidia hacia los libros que otro posee?

Creo que lo peor que puede ocurrir es salir de safari con otro coleccionista de libros, o con alguien que quiere introducirse en esta actividad y tiene la suerte del primerizo. Uno quiere matarlo, porque aquél se encuentra con cosas que uno ha estado buscando durante mucho tiempo. En mi caso, tuvieron que pasar 35 años para que consiguiera el libro de Leopoldo Batres Las exposiciones de la calle de las escalerillas y en unos cuantos días me llegó de doble manera: un día, Guillermo Tovar de Teresa me dijo “creo que esto te interesa” y me regaló el libro, que estaba dedicado por el autor y que había llegado a las manos de Tovar al comprar un lote. Lo más asombroso fue que dos semanas después un librero volvió a ofrecérmelo pero en inglés y no me pude resistir a comprarlo y a tener las dos versiones. Por este tipo de anécdotas digo que el destino del libro hacia el bibliomano es mágico.

¿Qué libros valen más, los que se compran o los que se regalan?

Todos, los comprados, los regalados, los robados, el chiste es tener el libro. La posesión para mí es lo más importante mientras yo viva. Después, algún día mi biblioteca regresará a la circulación. Estos libros no van a ser donados a nadie, regresarán al mercado librero porque ahí los encontré.

¿Usted es de los que creen más en la circulación de los libros, que en entregarlos a alguna institución para que se queden guardados?

Definitivamente sí. Las instituciones deben formar sus bibliotecas, pero soy de la idea de que los libros deben regresar al mercado. Mis sobrinas, que son mis únicas herederas, podrán vender esos libros, porque a cada uno le he puessto su precio en dólares al momento de adquirirlo, como también llevan mi ex libris y una  pequeña historia en la última página que cuenta lo que me estaba pasando al momento de adquirir el libro.

Los nuevos bibliómanos

¿Cuál sería la diferencia entre los jóvenes bibliómanos de hoy y la generación de ustedes que comenzaron a formar sus bibliotecas hace maes de 40 años?

La diferencia es que nosotros nos levantamos temprano. Hoy no es tan fácil conseguir los libros que en nuestro tiempo eran materiales comunes en las librerías como la Zaplana, que ofrecía buenos libros a precios muy baratos.

¿Y qué les recomienda?

Creo que un bibliómano joven debe acercarse a un bibliómano viejo, aunque eso ya no sea tan sencillo. Ahora no hay tiempo para pasarse la tarde en enseñanzas como nos tocó a nosotros, que en los mostradores aprendimos sobre ediciones raras, calidades de papel, empastados, grabados, ex libris, etcétera.

Sin embargo, creo que a los chavos de ahora les corresponde el papel de evaluar la obra editorial mexicana. Por ejemplo, de realizar estudios acerca de las propuestas de portadas en los libros de los años veinte, treinta, cuarenta, cuando éstas tenían un verdadero mensaje para el público. Los jóvenes bibliómanos pueden rescatar lo mejor de nuestros libros hoy, cuando estamos terminando un milenio y una centuria y esto se está perdiendo, ahora que la tecnología comienza a invadir el espacio que durante siglos tuvo el libro. Creo que es urgente salvar esto antes de que desaparezca.