(Para todos, pues)
Vrbe
Super-poema bolchevique en 5 cantos
Manuel Maples Arce, xilografías de Jean Charlot
Editorial Andrés Botas, 1924


Hubo un tiempo en el que los escritores y artistas mexcanos se contagiaron del desenfado de la vanguardia europea, especialmente al futurismo, dadaísmo y surrealismo (con suprematismo y constructivsmo colados) y un buen día, como explosión, nació la vanguardia mexicana: el Estridentismo. La diferencia de esta vanguardia a las europeas es que México no era precisamente un dechado de industria y tecnología. No había máquina que venerar, ni grandes urbes (te imaginas mi querida ciudad de México, en 1924?), mucho menos industrias y obreros acumulados exigiendo y demandando. Mucho menos cuando el General Heriberto Jara los recibe en Xalapa. Estridentópolis, como nombraron a la ciudad colonial, no podia ser una urbe como la de este super-poema. Los sonidos podían ser los cascos de los caballos y en vez de grandes rascacielos, la tradición golpeó los ojos de este grupo de vanguardia con pequeñas chozas de techos de teja. La Vanguardia del Nopal, nombró Carlos Córdova a la experiencia mexicana de punta, para referirse a ese visionario fotógrafo tan mal tratado por la historia, Agustín Jiménez, que tuvo la virtud de ver a ese México que se nos fué sin el filtro de los anteojos del querer ser, sino con la mirada del mismo ser. Lo que sí pudo ser es la idea de la Vrbe, la ciudad utópica. Aquí dejó Manuel Maples Arce dejó unas palabras sobre Jean Charlot. Y aquí está el retrato que Jean Charlot le hizo a Maples Arce.

Mira las ilustraciones de cada canto de este pequeño libro de alto precio y 48 páginas: son tan potentes como bellas. Se alcanza a ver la veta de la madera que apenas resiste su naturaleza al capricho de la gubia. Es como si Jean Charlot quisiera dejar el tronco entero salvo por unos cuantos navajazos. Disfruto de este libro desde hace muchos años, al principio me sorprendía la forma del bloque negro, que sin ser edificios, barco, mar, avión o puente, son formas geométricas que parecieran construidas con bloques. Las ideas emergen por las pequeñas y finas líneas blancas dentro de estas grandes formas. Y como si se revelaran a través de los años y ya de los siglos, su huella se imprimió en la página del texto. Esa huella me encanta. Sucede con casi todas las xilografías; son resultado de la constitución grasa de las tintas.
Esta Vrbe, que elegí como regalo número doce, no es mía. Se trata del regalo más sofisticado que le han hecho a mi hija mayor (y aquí lo venden, desde hace muchos años). Lo envidio desde entonces, y lo custodio, y ahora lo comparto con placer. Porque se trata de un libro fundacional en varios sentidos: el primer libro moderno ilustrado en México con xilografías, el primer libro de la vanguardia mexicana, el primer libro en agotar su tiraje (son muy pocos los que hay en el mundo), el primero en subir de precio en el mercado, el primero en venderse cuando aparece, el primero que envidio, el primero en mi librero, el primero de los doce.





Y aquí es donde quería dejar una honda reflexión final sobre el futuro y el pasado editorial mexicano, sobre el querer ser y el no llegar a ser nunca, y sobre los deseos, etcetera, pero me quedo donde estoy y lejos de la Vrbe sólo te dejo mis deseos para doce meses llenos de libros y llenos de amor.