domingo, 30 de noviembre de 2008
jueves, 27 de noviembre de 2008
Los temas preferidos (I)
Para Esteban Grimi, que preguntó.
Contesto hoy a tu pregunta, tan compleja como recurrente: mi interés particular por alguna temática especial en los ex libris. Y aquí llego a un camino con dos vertientes: los ex libris que prefiero en mi colección y los que tengo y solicito para pegar en mis libros.
I.
EN MI COLECCIÓN
La verdad es que no tengo tema. Guardo todas las marcas de propiedad que llegan a mis manos: ex libris, pseudo ex libris y otras como sellos de tinta, de agua o aire, marcas de librerías y de encuadernaciones; ex libris buenos y malos; gigantes, grandes, tamaño promedio, pequeños y miniaturas (mis consentidos); antiguos, viejos, contemporáneos y recientes; mexicanos, no mexicanos; nuevos, usados; sueltos y adheridos al libro; manuscritos, dibujos originales, impresiones finas, offset, fotocopias… Todos.
Los guardo en hojas para archivar fotografías libres de ácido, y los ordeno en carpetas, según su país, en orden lexicográfico según el apellido del propietario. Nunca he tenido tiempo suficiente para concluir la tarea de ordenarlos; tengo un par de carpetas que crecen y crecen que se llaman “Por ordenar”; son las que más disfruto. Pocos son los ex libris que he comprado y menos los que he buscado: todos han llegado a mí. Tal vez no soy tan “coleccionista” después de todo…
Tengo temas que me interesan por algún motivo; como conservo todos, sólo les otorgo un lugar especial en mi corazón y en mi memoria para localizarlos rápidamente entre mis carpetas. Cuando tengo oportunidad de adquirir alguno mediante el intercambio, lo elijo. Algunos temas me entusiasman hasta que el interés se diluye, y entonces comienzo con otra serie; otros serán de mi interés permanente, o al menos eso creo ahora. Aquí la lista, que divido en temas ñoños (los que requieren de estudio e investigación), y temas gustosos (los que me simplemente alegran mi día), en el orden cronológico que me fueron interesando y las razones:
Los guardo en hojas para archivar fotografías libres de ácido, y los ordeno en carpetas, según su país, en orden lexicográfico según el apellido del propietario. Nunca he tenido tiempo suficiente para concluir la tarea de ordenarlos; tengo un par de carpetas que crecen y crecen que se llaman “Por ordenar”; son las que más disfruto. Pocos son los ex libris que he comprado y menos los que he buscado: todos han llegado a mí. Tal vez no soy tan “coleccionista” después de todo…
Tengo temas que me interesan por algún motivo; como conservo todos, sólo les otorgo un lugar especial en mi corazón y en mi memoria para localizarlos rápidamente entre mis carpetas. Cuando tengo oportunidad de adquirir alguno mediante el intercambio, lo elijo. Algunos temas me entusiasman hasta que el interés se diluye, y entonces comienzo con otra serie; otros serán de mi interés permanente, o al menos eso creo ahora. Aquí la lista, que divido en temas ñoños (los que requieren de estudio e investigación), y temas gustosos (los que me simplemente alegran mi día), en el orden cronológico que me fueron interesando y las razones:
LOS TEMAS ÑOÑOS
N. Piña, farmacéutico, ciudad de México, siglo XVIII
Todos los ex libris coloniales mexicanos.
¡Son tan pocos y tan interesantes!
Ex libris para Max Voloshin, xilografía de Diego Rivera, 1919.
Artistas mexicanos del siglo XX.
Ex libris de Genaro García, litografía, segunda mitad del siglo XIX
Historiadores y literatos mexicanos
(mejor si también fueron diplomáticos).
Una serie obvia. La diplomacia es por un encargo que tuve del Instituto Matías Romero
de la Secretaría de Relaciones Exteriores hace algunos años.
Ex libris de María A. Ponce, tipografía, segunda mitad del siglo XIX.
Rafael F. Muñoz, clisé, segundo tercio del siglo XX
Los que tienen lemas ingeniosos, inteligentes o graciosos.
Me divierten mucho, los menciono en cada conferencia.
Ex libris de Ballard High School, clisé primer tercio del siglo XX.
Bibliotecas Públicas.
Después de varias discusiones, preguntas y de mostrarle estos a algunos bibliotecarios, sigo sin entender por qué las bibliotecas mexicanas siguen prefiriendo sellos horrorosos a ex libris como marcas de propiedad.
Ex libris del presbítero José María Chávez, litografía, primer tercio del siglo XIX.
Tipográficos del siglo XIX.
Nunca los tomé en cuenta hasta que tuve el cuidado de estudiarlos con detalle: se trata de una completa historia visual de la tipografía mexicana. Muy interesante para quien los sabe ver,
bastante aburridos para quien no.
Ex libris de Daniel M. Vélez, litografía, tercer terco del siglo XIX.
El escudo nacional y otros temas patrios.
Temas de identidad que circularon en mi cabeza hasta hace algunos meses.
Ahora no me interesan tanto.
domingo, 23 de noviembre de 2008
Una historia que nadie me cree
Y la confesión de un verdadero crimen bibliográfico.
Una vez, cuando estábamos a la cacería de ex libris en las librerías de Donceles, Mercurio y yo encontramos un ex libris debajo de un ex libris debajo de un ex libris debajo de un ex libris debajo de un ex libris. Cada uno de los dueños de esa colección de libros –no tome la ficha, pero eran enormes tratados de arquitectura italiana del siglo XVIII, profusamente ilustrados con grabados calcográficos– puso su sello para desautorizar al propietario anterior.
No puedo saber si alguno de los cuatro propietarios que pegaron su marca sobre otra pensó en que en el futuro, una vez perdida la propiedad del ejemplar –muerte, robo, venta, quién puede saberlo–, un nuevo propietario pondría su orgulloso sello y que éste sería nuevamente tapado. Y que, finalmente un par de coleccionistas sin escrúpulos despegarían cada una de las marcas hasta llegar a la primera, fuertemente adherida sobre una hermosa guarda del dieciocho italiano. La última extracción fue dolorosa; el último ex libris, muy bello.
jueves, 20 de noviembre de 2008
Un mismo ex libris para dos personas diferentes
Un par de acontecimientos que sucedieron las horas pasadas recordaron este texto sobre un ex libris que me regalaron un feliz día, y también el texto que yo escribí a su vez para platicarle a alguien el cómo y el porqué. Lo publico ahora por que sé que te va a a gustar. No dejes de leer primero las palabras que aparecen en la imagen.
Conocí a Luis Ignacio Helguera en 1997, creo. José Luis y yo publicábamos una revista dedicada a la bibliofilia, La Galera, con textos retomados de otras publicaciones, unas antiguas y otras más contemporáneas. Éste es de los pocos textos que alguien escribió para nosotros.
Como no teníamos un peso para pagar nada a nadie, cuando el escritor estaba vivo le llamábamos para solicitar su permiso. Así conocimos a Alberto Ruy Sánchez, a Gabriel Zaid, José Luis Martínez, Alí Chumacero y muchos más. Fue una época muy complicada pero muy divertida. Yo era demasiado tímida y cada contacto con alguien me llenaba de ansiedad.
Luis Ignacio nos invitó una cerveza en el Sanborns de Plaza Loreto y conversamos delicioso por tres horas. Le hice la pregunta rutinaria: ¿tienes ex libris? Me contestó, como pocos, que sí. Fuimos a su departamento en Tizapán, aun vivía con Marina grande, Marina chica, y un perro cocker. Me prestó su ex libris, para publicarlo. Casualmente el siguiente número de La Galera, el del primer aniversario, estaba dedicado al artista del libro Francisco Díaz de León. Cuando le regresé el ex libris me entregó una pequeña nota con el texto que aparece en las páginas de arriba.
Eventualmente visitaba nuestra pequeña oficina, en la parte trasera de la librería de mi mamá, sobre la avenida Álvaro Obregón en la colonia Roma, y nos compartía algún hallazgo de textos de nuestro interés que fuimos publicando en La Galera.
En 2002 nos mudamos a la frontera de la colonia Roma, muy cerca de su departamento en Veracruz. Lo encontrábamos algunas veces en la calle y nos saludaba con aprecio. Charlábamos dos cositas y nos íbamos a casa con una sonrisa de felicidad.
En esa misma época me hice muy amiga de mi querido canadiense Gregory Dechant, traductor. Era de su círculo de ajedrecistas letrados. Fuimos algunas veces a sus partidas. Nos encantaba ver a Luis Ignacio, pero ya no le se le entendía nada. Fue poco antes de la tragedia. Greg era muy cercano a él y cuando sucedió estaba realmente deshecho. Nosotros también.
Conocí a Luis Ignacio Helguera en 1997, creo. José Luis y yo publicábamos una revista dedicada a la bibliofilia, La Galera, con textos retomados de otras publicaciones, unas antiguas y otras más contemporáneas. Éste es de los pocos textos que alguien escribió para nosotros.
Como no teníamos un peso para pagar nada a nadie, cuando el escritor estaba vivo le llamábamos para solicitar su permiso. Así conocimos a Alberto Ruy Sánchez, a Gabriel Zaid, José Luis Martínez, Alí Chumacero y muchos más. Fue una época muy complicada pero muy divertida. Yo era demasiado tímida y cada contacto con alguien me llenaba de ansiedad.
Luis Ignacio nos invitó una cerveza en el Sanborns de Plaza Loreto y conversamos delicioso por tres horas. Le hice la pregunta rutinaria: ¿tienes ex libris? Me contestó, como pocos, que sí. Fuimos a su departamento en Tizapán, aun vivía con Marina grande, Marina chica, y un perro cocker. Me prestó su ex libris, para publicarlo. Casualmente el siguiente número de La Galera, el del primer aniversario, estaba dedicado al artista del libro Francisco Díaz de León. Cuando le regresé el ex libris me entregó una pequeña nota con el texto que aparece en las páginas de arriba.
Eventualmente visitaba nuestra pequeña oficina, en la parte trasera de la librería de mi mamá, sobre la avenida Álvaro Obregón en la colonia Roma, y nos compartía algún hallazgo de textos de nuestro interés que fuimos publicando en La Galera.
En 2002 nos mudamos a la frontera de la colonia Roma, muy cerca de su departamento en Veracruz. Lo encontrábamos algunas veces en la calle y nos saludaba con aprecio. Charlábamos dos cositas y nos íbamos a casa con una sonrisa de felicidad.
En esa misma época me hice muy amiga de mi querido canadiense Gregory Dechant, traductor. Era de su círculo de ajedrecistas letrados. Fuimos algunas veces a sus partidas. Nos encantaba ver a Luis Ignacio, pero ya no le se le entendía nada. Fue poco antes de la tragedia. Greg era muy cercano a él y cuando sucedió estaba realmente deshecho. Nosotros también.
miércoles, 19 de noviembre de 2008
Esta historia no es mía, pero comparto su sentir.
Siempre pensé en este espacio como un lugar abierto a manifestaciones de la gráfica, no solamente a la que se extiende en los libros. Todos los días deambulo por la ciudad, la mayoría de las veces es para trasladarme de un lado a otro. Cada día la sufro más. He dejado el automóvil por el taxi, el taxi por el metro, el metro y pesero por la bici, la bici por la caminata. Desde hace unos meses he pensado en dejar la ciudad misma. Y la amo. Amo a la ciudad de México.
Soy observadora atenta y creo que la gráfica callejera puede mirarse y leerse, cual libro. Y lo que miro cada día es triste. Aunque hay días que me sorprende una buena propuesta visual urbana, la realidad es que son más veces las que lamento la ausencia de buenas propuestas visuales. Hoy mi querido amigo de antaño Pico, tan crítico como cuando lo conocí en mi postadolecencia en el unomásuno, publicó este texto. Con tristeza de nuevo evito los temas bellos para compartirlo, como comparto su sentir y lamento sus lamentos.
El logo feroz
Un personaje sombrerudo y con zarape, hecho bolita, dormitando, recargado sobre un cactus… ese, es el logo de nuestro país. Que pinche y que cierto es que esa composición icónica -por su brevedad, concepto y conexto- nos resuma.
Hace algunos meses nos invitaron a licitar para desarrollar la nueva imagen de SEPOMEX, el Servicio Postal Mexicano, admito que me emocioné tanto, como cuando una fan de Luis Miguel consigue sus boletos.
Después de la invitación, pasaron unos deliciosos 20 días. 20 días llenos de conceptos. Ideas que viajaban entre generar una imagen respetable, poderosa, con autoridad y credibilidad. Borrar del mapa esa imagen de Jaimito el cartero. Hacerles frente a FEDEX, UPS, DHL… ese es el rumbo de SEPOMEX. Pocas cartas hoy se envían , pero cada día llegan más libros y bluerays a domicilios.
Ese era el SEPOMEX que dibujábamos. Queríamos construir algo tan poderoso como lo que hoy significa que la imagen de US Postal Service esté impreso sobre la TREK más cara y más chingona de su portafolio… eso no se consigue con simples chairas mentales y desarrollos de imagen. Es todo un contexto que supera al concepto.
Teníamos las bases para lograrlo y estábamos dispuestos a convertirlo en algo aún más grande. Para empezar un logo chingón… un Logo Feroz. Incluso pensábamos asesorarnos con 2 despachos experimentados en Londres y en Italia. Lo íbamos a hacer muy bien. Responsables. Chingones. Sobre todo, porque además sabíamos que había el presupuesto… se hablaron de cientos de miles de pesos… luego se hablaron de millones de pesos… para cuando hablaron de decenas de millones de pesos… me llené de tristeza.
Mi equipo me veía desolado, triste y apagado. ¿Por qué? Les dije… en este país, cuando el proyecto ya es por tanta lana, seguro no será nuestro, ni de Interbrand, ni de nadie más. Van a ver –amenacé-. Amables mis compañeros me decían que no perdiera yo la fé… que en 15 años hemos ganado prácticamente todas las licitaciones a las que hemos entrado –mamón pero cierto- y que existía una gran posibilidad.
Les hice creer… que les creía.
En la segunda junta… nos explicaron las necesidades del proyecto y nos convocaron a reunirnos dentro de 3 meses más. No se cumplieron esos 3 meses, cuando SEPOMEX, lanzó su nueva imagen.
¿Cuál licitación? ¿Cuales juntas? ¿Cuál proyecto? Lo que realizaron no me llena de coraje a mí. Yo sabía que no nos dejarían participar, no me duele una derrota… porque no la hubo. Me duele el puto cinismo y la ignorancia de quien cuida “la imagen” de este país. SEPOMEX salió a la calle con una imagen renovada… peor a la que tenía. Hoy parecen una distribuidora de artesanías. Parecen pizzeros piratas, parecen payasos de banqueta, parecen chiste. Se miran débiles, chafas. No hay autoridad, ni fuerza, ni credibilidad en ninguna arista de su imagen ni aplicación… pero ahí esta, impresa, en uniformes, motitos, camioncitos, bicicletas y sucursales. Una paloma mensajera... en pleno tercer milenio... qué mamada.
Que pinches brutos. Me cae que les hubiéramos regalado los valores y la ruta gráfica por el bien de México y no el de nuestras carteras. No sólo yo… conozco más colegas que le hubieran entrado. Es más -por mí- se hubieran chingado la lana si querían… pero hubieran –mínimo- tratado de hacer lo correcto. Ineptos.
Hoy el tema, es el del logo de la Ciudad de México, ese del bésame mucho. Otra megamamada. Muchas razones existen por las cuales decidí personalmente no participar… con todo y sus 100,000 dólares de premio al que le atinara al mafufo gusto del cliente. Por muchas razones dije hueva… pero hoy les comparto una de ellas.
Y es que a medio camino se me ocurrió una idea mejor que –desgraciadamente- se contrapone a la solicitud expresa del cliente… en este caso Ebrard –y su movimiento de cabeza mamón incluido-. Dije la P suena más fuerte que la B.
Mr.P
Soy observadora atenta y creo que la gráfica callejera puede mirarse y leerse, cual libro. Y lo que miro cada día es triste. Aunque hay días que me sorprende una buena propuesta visual urbana, la realidad es que son más veces las que lamento la ausencia de buenas propuestas visuales. Hoy mi querido amigo de antaño Pico, tan crítico como cuando lo conocí en mi postadolecencia en el unomásuno, publicó este texto. Con tristeza de nuevo evito los temas bellos para compartirlo, como comparto su sentir y lamento sus lamentos.
El logo feroz
Un personaje sombrerudo y con zarape, hecho bolita, dormitando, recargado sobre un cactus… ese, es el logo de nuestro país. Que pinche y que cierto es que esa composición icónica -por su brevedad, concepto y conexto- nos resuma.
Hace algunos meses nos invitaron a licitar para desarrollar la nueva imagen de SEPOMEX, el Servicio Postal Mexicano, admito que me emocioné tanto, como cuando una fan de Luis Miguel consigue sus boletos.
Después de la invitación, pasaron unos deliciosos 20 días. 20 días llenos de conceptos. Ideas que viajaban entre generar una imagen respetable, poderosa, con autoridad y credibilidad. Borrar del mapa esa imagen de Jaimito el cartero. Hacerles frente a FEDEX, UPS, DHL… ese es el rumbo de SEPOMEX. Pocas cartas hoy se envían , pero cada día llegan más libros y bluerays a domicilios.
Ese era el SEPOMEX que dibujábamos. Queríamos construir algo tan poderoso como lo que hoy significa que la imagen de US Postal Service esté impreso sobre la TREK más cara y más chingona de su portafolio… eso no se consigue con simples chairas mentales y desarrollos de imagen. Es todo un contexto que supera al concepto.
Teníamos las bases para lograrlo y estábamos dispuestos a convertirlo en algo aún más grande. Para empezar un logo chingón… un Logo Feroz. Incluso pensábamos asesorarnos con 2 despachos experimentados en Londres y en Italia. Lo íbamos a hacer muy bien. Responsables. Chingones. Sobre todo, porque además sabíamos que había el presupuesto… se hablaron de cientos de miles de pesos… luego se hablaron de millones de pesos… para cuando hablaron de decenas de millones de pesos… me llené de tristeza.
Mi equipo me veía desolado, triste y apagado. ¿Por qué? Les dije… en este país, cuando el proyecto ya es por tanta lana, seguro no será nuestro, ni de Interbrand, ni de nadie más. Van a ver –amenacé-. Amables mis compañeros me decían que no perdiera yo la fé… que en 15 años hemos ganado prácticamente todas las licitaciones a las que hemos entrado –mamón pero cierto- y que existía una gran posibilidad.
Les hice creer… que les creía.
En la segunda junta… nos explicaron las necesidades del proyecto y nos convocaron a reunirnos dentro de 3 meses más. No se cumplieron esos 3 meses, cuando SEPOMEX, lanzó su nueva imagen.
¿Cuál licitación? ¿Cuales juntas? ¿Cuál proyecto? Lo que realizaron no me llena de coraje a mí. Yo sabía que no nos dejarían participar, no me duele una derrota… porque no la hubo. Me duele el puto cinismo y la ignorancia de quien cuida “la imagen” de este país. SEPOMEX salió a la calle con una imagen renovada… peor a la que tenía. Hoy parecen una distribuidora de artesanías. Parecen pizzeros piratas, parecen payasos de banqueta, parecen chiste. Se miran débiles, chafas. No hay autoridad, ni fuerza, ni credibilidad en ninguna arista de su imagen ni aplicación… pero ahí esta, impresa, en uniformes, motitos, camioncitos, bicicletas y sucursales. Una paloma mensajera... en pleno tercer milenio... qué mamada.
Que pinches brutos. Me cae que les hubiéramos regalado los valores y la ruta gráfica por el bien de México y no el de nuestras carteras. No sólo yo… conozco más colegas que le hubieran entrado. Es más -por mí- se hubieran chingado la lana si querían… pero hubieran –mínimo- tratado de hacer lo correcto. Ineptos.
Hoy el tema, es el del logo de la Ciudad de México, ese del bésame mucho. Otra megamamada. Muchas razones existen por las cuales decidí personalmente no participar… con todo y sus 100,000 dólares de premio al que le atinara al mafufo gusto del cliente. Por muchas razones dije hueva… pero hoy les comparto una de ellas.
Y es que a medio camino se me ocurrió una idea mejor que –desgraciadamente- se contrapone a la solicitud expresa del cliente… en este caso Ebrard –y su movimiento de cabeza mamón incluido-. Dije la P suena más fuerte que la B.
Mr.P
lunes, 17 de noviembre de 2008
La vida es breve
Estoy atorada con esta nota desde hace unos días. La dejo así, tal cual, con la negra intención de que la completes.
Algunos ex libris ostentan lemas para reforzar la idea de las imágenes. El ex libris del artista alemán de la entreguerra Hermann Bauer porta una variante de la recurrente idea de evocar a la muerte en un ex libris: Vita nostra brevis est, Nuestra vida es breve; tantos libros y tan poco el tiempo.
La imagen es elocuente: una partida de ajedrez contra la misma parca, en la que el juego que se pierde es el de la vida. La estética corresponde al expresionismo alemán. El trazo de la punta seca sobre el metal es duro, rígido, obscuro. Si la muerte es obscuridad, la vida es luz.
Pensé en hacer entregas durante noviembre dedicadas al horror, a la belleza de la obscuridad, de ahí este ex libris. Pero me gusta noviembre, desde siempre; y mi pensamiento es platónico, agustino. Relaciono inevitablemente a la belleza, la vida misma, con la creación y el eros, no con el thanathos; con la bondad y la verdad, no con el engaño del juego: el lobo vestido de oveja. Tal vez esta es una partida justa y la muerte gane legalmente, pero prefiero, en lo que resta de este noviembre que tanto me gusta, dedicarme a la belleza y no ocupar el tiempo en ex libris obscuros. Después de todo, la vida es breve.
martes, 11 de noviembre de 2008
Los demasiados ex libris
Para mis lectores tipógrafos
Según James P. Keenan, presidente de la ASBC&D, una colección de ex libris activa llega a tener cerca de diez mil ex libris en promedio. “doce mil ejemplares en mi colección, me dijo recientemente, mil por cada año, no está mal, ¿no?”. La colección del Frederikshavn Kunstmuseum in Danmark alberga 400 mil. Haciendo un cálculo somero –nunca los he contado todos juntos–, yo tengo cerca de cuatro mil; y ahora una confesión: de ese bonche, muy pocos son los que verdaderamente me gustan; para que logren gustarme tengo mis razones, ya sean estéticas, históricas, temáticas, anecdóticas o sentimentales.
Cuando descubrí que los ex libris podían adquirirse de forma selectiva a través de la compra, pensé en reunir una serie de ex libris de diseñadores tipográficos: Frederick W. Goudy, Rudolph Ruzicka, WA Dwiggins, Rudolf Koch, William Morris, Hermann Zapf, Jan Tschichold, Emil Orlick, Eric Gill… La lista es larga, rara y, principal obstáculo, muy costosa.
Hoy me contento con ser coleccionista virtual y comparto contigo esta serie de perfectos ex libris que encontré hoy por la mañana con la ayuda de Google mientras buscaba la ficha del ex libris de la nota anterior. Son del visionario, preciso y excelso tipógrafo inglés Eric Gill. Ahora sé que nunca, ni virtualmente, podré tener todos sus ex libris: un bibliotecario de Stanford, dice que Eric Gill tiene ex libris tan explícitos que han sido cubiertos para evitar sonrojos, no los encontraré en internet.
Eric Gill se pregunta en el prefacio del libro de su autoría Art (The Bodley Head, Londres, 1934): “What is the thing or activity called art? What is that connoisseurs collect? What are the things that connoisseurs do not collect? The world is so full of a number of things; what is this special thing called art?” Apelando al sentido común, él mismo se responde en el primer capítulo del libro, The Nature of Art: “Art embraces all making. All things made are works of art.” No sé si estoy de acuerdo con Gill: para mi gusto existen demasiados ex libris.
Ex libris para Mary Gill
Grabado en cobre, 1926
Según James P. Keenan, presidente de la ASBC&D, una colección de ex libris activa llega a tener cerca de diez mil ex libris en promedio. “doce mil ejemplares en mi colección, me dijo recientemente, mil por cada año, no está mal, ¿no?”. La colección del Frederikshavn Kunstmuseum in Danmark alberga 400 mil. Haciendo un cálculo somero –nunca los he contado todos juntos–, yo tengo cerca de cuatro mil; y ahora una confesión: de ese bonche, muy pocos son los que verdaderamente me gustan; para que logren gustarme tengo mis razones, ya sean estéticas, históricas, temáticas, anecdóticas o sentimentales.
Cuando descubrí que los ex libris podían adquirirse de forma selectiva a través de la compra, pensé en reunir una serie de ex libris de diseñadores tipográficos: Frederick W. Goudy, Rudolph Ruzicka, WA Dwiggins, Rudolf Koch, William Morris, Hermann Zapf, Jan Tschichold, Emil Orlick, Eric Gill… La lista es larga, rara y, principal obstáculo, muy costosa.
Ex libris para Ananda Coomaraswamy
Xilografía, 1926
Hoy me contento con ser coleccionista virtual y comparto contigo esta serie de perfectos ex libris que encontré hoy por la mañana con la ayuda de Google mientras buscaba la ficha del ex libris de la nota anterior. Son del visionario, preciso y excelso tipógrafo inglés Eric Gill. Ahora sé que nunca, ni virtualmente, podré tener todos sus ex libris: un bibliotecario de Stanford, dice que Eric Gill tiene ex libris tan explícitos que han sido cubiertos para evitar sonrojos, no los encontraré en internet.
Eric Gill se pregunta en el prefacio del libro de su autoría Art (The Bodley Head, Londres, 1934): “What is the thing or activity called art? What is that connoisseurs collect? What are the things that connoisseurs do not collect? The world is so full of a number of things; what is this special thing called art?” Apelando al sentido común, él mismo se responde en el primer capítulo del libro, The Nature of Art: “Art embraces all making. All things made are works of art.” No sé si estoy de acuerdo con Gill: para mi gusto existen demasiados ex libris.
Ex libris para Samuel Kahn
Xilografía, s/f
(Para quien se interese, se puede comprar aquí)
sábado, 8 de noviembre de 2008
Refugios de la intimidad
(Es un título que tomé prestado de este libro)
Los ex libris eróticos me recuerdan a las antiguas chambres, los primeros espacios privados en los grandes palacetes. Los señores deciden en algún momento del siglo XVI hacer de la gran galería un estudio para sus colecciones privadas. Igualmente me imagino a estos ancianos coleccionistas de ex libris con preferencia por los eróticos asistir a sus pequeños estudios, ordenar su colección y darse un gusto.
Yo suelo pasar tardes deliciosas con mis ex libris, no necesariamente los eróticos, que no son de mi interés especial. Algunos me dan pudor, pero como lo dijo mi fino amigo Benoît Junod, el arte erótico no tolera mediocridades.
Una vez, cuando empezaba a coleccionar, descubrí en el cajón de mi papá mientras le tomaba prestados unos calcetines, una Revista de la Universidad. Estaba plagada de ex libris. La miré con emoción y el detalle que podían percibir aquellos ojos míos. Corrí con entusiasmo a mostrarle el descubrimiento a mi madre y ella me la arrebató con enojo: era una revista dedicada a la pornografía ilustrada con ex libris eróticos. Se la regaló a un tío, pornógrafo, o mas bien coleccionista de pornografía; me sentí triste: aunque siempre he sido pudorosa, no tengo prejuicios.
Un día mi padre, que también se sintió despojado, llegó con un pequeño sobre para mí. Dentro estaban fotocopiados y cuidadosamente recortados todos los ex libris. Yo los anexé a mi colección, seguramente él los guardó con sus colecciones privadas.
jueves, 6 de noviembre de 2008
Otro ex libris vienés de Stöber Stube. Dejo la imagen sin comentarios para que la mires con detenimiento. De nuevo una mujer en el grabado y la titularidad: Toni Andres; de nuevo un ex libris destinado al intercambio, a la venta y al coleccionismo. Aunque el grabado, una punta seca, es pequeño, el papel es grande, cercano al tamaño carta. No cabe en el interior de las pastas de un libro de tamaño promedio. En las anotaciones autógrafas se descubre la firma del autor, indescifrable de nuevo, y la fecha: 1918. En el extremo inferior izquierdo, el precio: 450.
Existen dos extraordinarios exlibreros en Europa: Claus Wittel, alemán y Marcela Groeneveld, holandesa. Ambos son agradables y atentos al cliente. Cada seis meses recibo sus catálogos, marco lo que me interesa y sueño; he evitado visitar sus páginas, dulcerías que me llenan de tentaciones.
lunes, 3 de noviembre de 2008
Viena en 1921
Para mi mamá, como celebración de su existencia.
Una mujer desnuda, que se imagina hermosa, acaricia los cuernos de un enorme demonio; éste, a su vez, hace un guiño suspicaz al que mira la estampa. Podríamos pensar en un observador ajeno, fisgón de libros, sorprendido de la escena al abrir un ejemplar y encontrar esta marca pegada. Pero no, lo más seguro es que este ex libris nunca se pegara en libro alguno. ¿Por qué?, te preguntarás, lector atento.
Se trata de una marca vienesa datada con gubia entre el monograma del artista en el extremo inferior derecho: 1921. No logré descifrar ni encontrar nada sobre la firma del artista (¿Hans Sachs?). Perteneció a una mujer, Rena Fränkel. Ella tuvo otro ex libris en 1912, nueve años antes: una bella escena de una mujer sentada ante la luna con un libro en las manos. De estética jugend, grabada por Heinrich Vogeler, una copia de este ex libris se conserva en el Museo Gutenberg, en Mainz.
Los ex libris comenzaron a coleccionarse en la segunda mitad del siglo XIX. En la época de Rena Fränkel ya existían coleccionistas que, olvidando el fin primero de estas estampas –marcar los ejemplares de una biblioteca como propiedad personal–, los usaban como pretexto para generar grabados en pequeño formato; su destino final era el intercambio en las reuniones de las sociedades de ex libristas. Se trata de la fórmula que sigue en uso para incrementar una colección.
Esta bella e inquietante calcografía pertenece a una serie de ex libris vieneses que un muy querido amigo me ha regalado en el transcurso de un par de años. Él los consiguió en Stöber Stube, una tienda anticuaria ubicada en la calles de Floriani Gasse, en el distrito universitario de Viena. El anticuario los heredó de su padre, coleccionista. Cada uno de los que tengo está montado en una cartulina gris; todos los montajes son del mismo tamaño, seguramente proceden de una o varias carpetas o cajas en la que estaban contenidos antes de desperdigarse y llegar hasta mis manos.
La imagen nos podría llevar a muchos lugares: se trata de una estampa vienesa de 1921, propiedad de una mujer, Rena Fränkel. Pero esta vez sólo iremos al lugar del coleccionista. Como guía de viaje, te dejo con mi sabio y querido amigo suizo Benoît Junod.
[Debo la idea de esta nota a los comentarios de Iván y Nell.]
sábado, 1 de noviembre de 2008
Noviembre
Intercambié este ex libris, feliz, con el doctor alemán Manfred Blum, después de ver la exposición Masters of Colour and Tone in Contemporary Japanese Bookplates. Pensaba que adquiría una fina estampa del japonés Shigeki Tomura –he de decir, en mi defensa, que solo los vi una vez–. No importa, se trata de un bello ex libris otoñal, que me permite recibir noviembre y comenzar, con afán coleccionista, una nueva serie.
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